Cuando, después de mucha anticipación, finalmente llegó el primer tren a Oaxaca, el día 12 de noviembre de 1892, el gobernador del estado, el general Gregorio Chávez, con los sentimientos colmados en el pecho, sólo logró exclamar:
“¡Gloria in exelsis Deo!”
No había duda en la mente de los oaxaqueños de que ese tren iba a traer prosperidad para la ciudad y para el estado. La llegada del ferrocarril fue un momento importante en el proyecto de la modernización porfiriana, ya que permitió la exportación de metales y productos agrícolas comerciales y la importación de maquinaria.